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En este artículo te explicamos qué es la hiperinflación analizando varios casos concretos de países como Alemania, Venezuela y Argentina.
La hiperinflación es consecuencia de un largo periodo de elevada inflación en la que los precios suben sin control y la moneda pierde su valor. Este efecto se hace muy visible al generarse un aumento incontrolado de la oferta monetaria, al mismo tiempo que se da una tendencia generalizada entre la ciudadanía que, en vez de guardar el dinero devaluado, prefiere cambiarlo por activos o en una divisa extranjera más estable que les permita retener valor.
En condiciones de hiperinflación, el nivel general de precios aumenta rápidamente y la divisa nacional pierde su valor de forma acelerada.
Generalmente, se considera que hay hiperinflación cuando la inflación aumenta en 4 dígitos anuales, es decir, más de 1000%. La hiperinflación suele desarrollarse en periodos cortos, es decir, son momentos puntuales de un ciclo económico. Históricamente, suele producirse en épocas de guerra dado el elevado gasto que provoca el conflicto, así como en crisis políticas y en momentos graves de depresión económica.
En el siglo XX, las primeras inflaciones se produjeron tras la Primera Guerra Mundial. En Alemania, antes de la guerra, los sistemas de circulación se fundaron sobre una base estable en relación al oro. Este sistema consistía en que la moneda de un país podía ser convertida en oro por el banco central cuando fuese requerido, lo que permitía el libre intercambio del oro y las transacciones entre países.
A principios del siglo XX, Alemania se situaba en el eje del sistema económico europeo gracias a la extracción de carbón y el crecimiento industrial. Sin embargo, tras las tensiones y la competencia comercial que desataron la Primera Guerra Mundial (1914-1918), se puso fin al patrón oro. Así, en Alemania, la moneda legal a partir de 1914 fue el papiermark. Al interrumpirse el arbitraje del mercado de oro por la destinación de los recursos a la maquinaria de guerra (siendo el metal precioso un recurso esencial), los tipos de cambio empezaron a fluctuar.
Para continuar movilizando recursos para la guerra, las autoridades establecieron nuevos impuestos y emitieron bonos de guerra. Cuando estos recursos resultaron insuficientes, suspendieron disposiciones legales que obligaban a respaldar la moneda con oro o divisas. Emitieron dinero fiduciario (aquel que no se basa en el valor de metales preciosos, sino en la creencia general del valor de una moneda) para pagar al ejército y comprar material de guerra en el propio país. Pero, como el ritmo de creación del dinero fiduciario variaba de un país a otro, los tipos de cambio experimentaban grandes fluctuaciones.
De esta manera, aumentó el déficit considerablemente y, en consecuencia, se elevó la deuda al no poder devolver todos los bonos emitidos, la emisión de papel moneda y la fluctuación del tipo de cambio respecto al dólar.
Tras el fin de la guerra, el Tratado de Versalles exigió a Alemania pagar las reparaciones en equivalente de oro o moneda extranjera, lo que les obligó a comprar moneda extranjera a cualquier precio, conllevando la devaluación de su moneda. Hacia 1923 Alemania ya no podía pagar las reparaciones. Francia y Bélgica exigieron que se les pagase en carbón y materia prima, lo cual empeoró aún más la situación alemana, terminando en una hiperinflación extrema. En el peor momento llegó a registrarse un tipo de cambio de 80 mil millones de marcos por dólar americano.
En Venezuela, a partir del año 2012, se desarrolló un aumento generalizado en el índice nacional de precios al consumidor que, en apenas 7 años, marcó una inflación superior a 3.359 millones %. No obstante, todo el periodo estuvo marcado por un aumento general en los precios que ya anunciaba la hiperinflación desatada abiertamente en 2016 y que aún está haciendo estragos en la economía venezolana.
El Banco Central de Venezuela, al incumplir sus obligaciones, originó y alimentó una inflación descontrolada, convertida en inflación desde 2016, siendo su principal causa la emisión de dinero fiduciario o inorgánico, tal como sucedió en Alemania. Estas emisiones se produjeron para financiar organismos oficiales, lo que ha causado una fuerte expansión monetaria que se evidencia a partir del año 2012, con un aumento progresivo en los años subsiguientes, especialmente en 2018 y 2019.
Aunque a principios del siglo XX Argentina tenía un nivel de vida similar al estadounidense, el país comenzó a enfrentar una grave crisis económica originada desde la dictadura militar de Videla en 1976 hasta la renuncia de De la Rúa en 2001, pasando por los gobiernos democráticos de Alfonsín y Ménem, un periodo protagonizado por la especulación financiera, el latrocinio y la corrupción empresarial, sindical y gubernamental.
En esta crisis, hubo tres claves relevantes. En primer lugar, la deuda externa, elemento central de la reestructuración del modelo económico argentino a lo largo de su historia. Solo en los años de la dictadura la deuda exterior total pasó de algo menos de 10.000 a más de 45.000 millones de dólares.
En segundo lugar, la desindustrialización (cuando en 1975 la industria representaba aproximadamente el 30% del PIB) como resultado de las políticas económicas aplicadas también fue fundamental, pues la actividad fabril dejó de ser el sector más dinámico de la economía. Los trabajadores vieron disminuir sus salarios y, por ende, su participación en la distribución de los ingresos. Asimismo, las pequeñas y medianas empresas fueron las más perjudicadas, teniendo que asumir en muchos casos cierres o costos procesos de reconversión, mientras un número reducido de grandes empresas oligopólicas incrementó fuertemente su participación y control sobre las ramas más dinámicas de la industria.
Por último, al instalarse una nueva dinámica estatal, a partir de 1976 el sistema de impuestos se centró en gravar más el consumo y menos el capital, de forma que los ingresos tributarios se concentraban en la masa salarial, a la vez que los gastos y transferencias del Estado tendieron a beneficiar y apoyar la expansión de los grupos dominantes.
En conclusión, estos casos de hiperinflación, así como otros ocurridos a lo largo de la historia, nos recuerdan la importancia del control sobre la inflación mediante políticas económicas y monetarias sensatas que permitan mantener el buen funcionamiento de la economía.
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