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Todas las actividades que el ser humano lleva a cabo en el planeta tienen unas consecuencias sobre el entorno y sobre los seres humanos. También las actividades financieras. En ocasiones estos efectos han sido minusvalorados, anteponiendo el beneficio económico sobre cualquier consecuencia. La inversión socialmente responsable pone en la cúspide de la importancia de todas sus operaciones el respeto por el medio ambiente y los seres humanos. O lo que es lo mismo, evita invertir en cualquier empresa que pueda tener un efecto negativo sobre estos aspectos.
Podríamos definir la inversión socialmente responsable (ISR) como aquella que valora especialmente los criterios éticos, medioambientales y sociales. En función de esta premisa, solo incluye entre los activos que forman parte de su cartera de inversión aquellos que demuestran seguir los que se denominan principios ASG, es decir, ambientales, sociales y de gobierno corporativo.
Los fondos de inversión socialmente responsable cuentan con unas pautas de exclusión que hacen que descarten invertir en ciertas empresas que no cumplan con dichos requisitos ASG. Por poner un ejemplo, más allá del beneficio que pudiera suponer para los inversores, rechazan sectores como el de las bebidas alcohólicas, el armamento o el tabaco.
Una de las referencias en positivo que toman en cuenta en sus inversiones son que las empresas ayuden a cumplir los objetivos de desarrollo sostenible expuestos por la Organización de Naciones Unidas en su Agenda 2030.
En ella se presentan aspectos como la utilización de energías sostenibles, la ayuda a que todas las personas tengan acceso a una educación inclusiva y trabajo digno, la erradicación de la pobreza, el cuidado del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, la reducción de las desigualdades sociales o el acceso universal a servicios básicos como el agua, entre otros.
Por supuesto, la inversión socialmente responsable apuesta por conseguir rentabilidad en sus operaciones, pero sin perjudicar al ser humano ni al entorno. En este sentido, potencian sobre todo su inversión en empresas que se dedican específicamente a aspectos como el desarrollo sostenible, la búsqueda de soluciones que reduzcan el impacto del cambio climático u ofrezcan oportunidades que luchen contra la eliminación de desigualdades sociales.
Está claro que favorecer el bienestar del planeta en su conjunto y de sus habitantes redunda en el beneficio de todos. Estos fondos son una alternativa que, sin obviar el beneficio económico, va más allá de él. La inversión socialmente responsable quiere garantizar el beneficio presente, pero, sobre todo, el de las generaciones futuras.
Esta apuesta, además, está en disposición de conseguir una mayor rentabilidad a medio plazo, ya que evita posibles litigios asociados a una mala praxis que haya perjudicado a algún colectivo, además de que genera un mayor valor reputacional para los fondos de inversión socialmente responsable.
Este tipo de inversión conlleva, asimismo, unas ventajas que son aplicables tanto al entorno como a la misma empresa:
Es cierto que en España existen menos fondos de inversión socialmente responsable que en otras partes del mundo. Mucho tiene que ver que han tardado más en aplicarse estos criterios que en países como Reino Unido o Alemania. Sin embargo, la tendencia está cambiando en los últimos años y cada vez existen más ejemplos de inversión socialmente responsable en nuestro país. Casi todos ellos tienen como empresas madre a entidades bancarias o aseguradoras. Conozcamos algunos de ellos:
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