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No cabe duda de que los falsos dilemas morales que pueden rodear al negocio de la nuda propiedad han sido superados y cada vez más las personas de tercera edad acuden a esta opción para hacer frente al delicado problema que supone no poder llegar a fin de mes. La venta de la nuda propiedad viene al rescate.
Impresiona ver el ritmo al que aumenta el negocio de la nuda propiedad y, si bien a primera vista pudiese considerarse algo chocante, tal incremento sugiere que los jubilados entienden cada vez mejor que su inmueble funge de sistema sustitutivo de capitalización individual.
Negociar la nuda propiedad viene a cristalizar el uso de los recursos económicos que han acumulado la mayoría de los pensionados en forma de inmueble, y como ventaja adicional tienen la prerrogativa de permanecer en su residencia el resto de sus vidas.
Si bien puede pensarse que es injusto o inapropiado quedarse sin la titularidad de la propiedad, el problema recae en que no hubo planificación financiera o disciplina que procurara ingresos pasivos para la última etapa de la vida.
Planificar financieramente la vida implica –entre otras cosas– considerar las necesidades futuras y tomar acciones tempranas para producir ingresos que permitan cubrirlas oportunamente. Al no contar con los ingresos pasivos necesarios, toca echar mano de los activos.
La figura del usufructo les permite lo mejor de los dos mundos: disfrutar de su lugar de residencia de por vida y obtener rentas, liquidando a pedacitos su activo.
En este sentido no vale asumir una posición o actitud de víctima por necesitar negociar la nuda propiedad; al contrario, ese inmueble representa la capitalización individual que logró su propietario en su etapa productiva y es un instrumento valedero para solventar apuros económicos estructurales.
Se estima que solo un 5 % de la población en el ámbito mundial logra madurar planes de retiro particulares con suficiente aliento para cubrir todo el lapso que supone la vejez. No en balde se observa un incremento de tales dimensiones en negocios de nuda propiedad, que asoma una superación de los prejuicios injustificados.
El caso es que en 2017 ya los negocios de esta naturaleza habían mostrado un repunte que parecía bárbaro y que palidece ante lo ocurrido en el 2018. Pareciera que la experiencia de los pensionados ha sido exitosa en este sentido y se ha corrido la voz, alentando cada vez más a los indecisos.
Lo cierto es que el quiebre de los sistemas de reparto es una papa caliente que en poco tiempo quemará las manos de gobiernos de diversos países. Es una práctica que se ha vuelto inviable en la medida en que las condiciones y las variables en juego han cambiado drásticamente.
Hay estudios que manifiestan que para el año 2060 la población pensionable representará un 60 %, con lo habrá que suplementar los aportes en cantidades que pesarán sobre el presupuesto nacional de manera significativa. Este porcentaje actualmente roza el 30 %.
No hay que ser matemático para sospechar que las cuentas no dan y que muy pronto estaremos viendo situaciones difíciles, ya que muchos se verán defraudados y no podrán disfrutar de pensión –al menos no cuando planean y en la cuantía que esperan– aunque hayan cumplido religiosamente con sus aportes.
El problema es quién le pone el cascabel al gato y anuncia la desaparición de un derecho adquirido que las personas aprecian como sagrado. Lamentablemente, la presión que ejerce el creciente déficit que originan los sistemas de reparto, más temprano que tarde provocará un colapso terminal.
Todos estos factores han incidido en este auge inusitado que ha experimentado la venta de la nuda propiedad en los últimos años, mostrando además una tendencia a seguir en boga de aquí en adelante
Las generaciones de trabajadores activos deben poner las barbas en remojo y asesorarse sobre los fondos de capitalización individual, ya que la disrupción del sistema actual es inminente.
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