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Voltear la tortilla y lograr que el dinero trabaje para uno y no que uno trabaje por el dinero, es la meta de todo inversionista y debería ser la meta de todos. Identificar negocios en donde colocar un capital para este propósito ha sido desde siempre la tierra prometida. Cada quien a su real entender va experimentando, manifestándose en distintos perfiles de los propietarios.
La clave siempre radica en la conciencia financiera y la disponibilidad de recursos. Estos dos factores se combinan con la determinación y la voluntad de incrementar patrimonio y adquirir activos productivos que ayuden —a largo o mediano plazo— a conseguir la libertad financiera.
Es un perfil tradicional que simboliza a dos personas que desean vivir en pareja y se proponen invertir sus ahorros en un pago de entrada que les de acceso a poseer una vivienda propia.
Aunque esta adquisición engrosa la columna de activos del patrimonio conyugal, no podemos calificarla de inversión propiamente dicha, ya que lejos de producir dividendo generará gastos recurrentes de mantenimiento que comprometen recursos adicionales.
Igualmente, el hecho de recurrir a un crédito hipotecario puede limitar su margen de acción en el futuro inmediato, ya que buena parte de sus ingresos seguramente estarán dedicados a honrar la deuda.
No obstante, es motivo de alegría poseer una vivienda propia. Algunas parejas se deciden por el alquiler evitando —al menos temporalmente— el asunto de comprometerse con un crédito de esa naturaleza.
Esto aplica para casi todos los casos cuyo propósito de compra es la de usar el inmueble como residencia permanente. Algunas excepciones las tratamos más adelante.
Podemos configurar este perfil con una persona con poco tiempo de graduada y que, gracias a su familiaridad con el tema de las finanzas personales, entiende que la más segura inversión en las que puede intervenir son las relacionadas con la industria inmobiliaria.
Puede que previamente haya multiplicado un pequeño capital ahorrado y multiplicado por medio del mercado bursátil, y apenas este le alcanza para lanzarse al ruedo, lo hace sin pensarlo. Quizá se apunta a las cooperativas inmobiliarias que procuran fondos propios para llevar a cabo proyectos de viviendas multifamiliares u otros similares a los cuales se aportan cuotas periódicas.
Esta modalidad se ajusta bastante bien a este perfil, ya que los aportes se planifican dando la oportunidad de hacerse del capital requerido en cada momento sin tener que acudir a la banca hipotecaria. Algunos servicios de crédito rápido en línea pueden ayudar en momentos de apuro.
Por otra parte, los que se encuentran tipificados en este perfil aún no tienen una necesidad imperiosa de tener vivienda propia, algunos incluso todavía comparten residencia con sus padres, por lo que esperar a que maduren sus inversiones es mucho más sencillo.
Aquí nos referimos a personas que ya poseen una cierta cartera de inmuebles que se han procurado con el tiempo y que les reportan alguna renta. Así mismo, por disfrutar de un nivel de estabilidad económica, pueden incluso reinvertir en nuevos proyectos luego de evaluarlos y reconocerlos como rentables.
También bajo este perfil se encuentran aquellos que invierten en oportunidades de nuda propiedad y que van coleccionando un portafolio que vaya preparando futuros dividendos. Las cuotas que se obligan a pagar a los usufructuarios provienen de rentas que, a su vez, provienen de otros inmuebles, de manera que no requieren de financiamientos.
Esto no implica que en determinado momento no acudan a la banca; sin embargo, lo harán después de analizar exhaustivamente el costo-beneficio que va a resultar en cada escenario.
Este último grupo puede presentarse con una dualidad, y es que dependiendo de la actuación y el desempeñó económico durante nuestra etapa productiva, podemos llegar a la tercera edad afianzados en este sentido o con severos inconvenientes.
Como es evidente, la crisis de los sistemas de pensiones basados en el reparto hacen aguas en casi todo el mundo luego de que la pirámide etaria diera un vuelco y la esperanza de vida —asunto que se agradece— aumentó ostensiblemente en los últimos 20 años.
Es por ello que, con cada vez mayor frecuencia, los pensionados liquidan sus residencias a favor de complementar sus menguados ingresos. Esto no debe considerarse un agravio; simplemente usan los recursos de los que disponen para resolver un problema que no tiene fácil solución.
Para ello disponen de los contratos de cesión de nuda propiedad y también de las llamadas hipotecas inversas o revertidas, con lo que pueden optar por una renta vitalicia mientras conservan su lugar de residencia.
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