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El Brexit es de esas situaciones que marcan la historia humana. Ha sido un proceso que no ha dado tiempo para aburrirse, dados los acontecimientos que se han dado en los años en que se ha gestionado el asunto. Si bien hemos sido testigos de todo lo acontecido, parece que aún es difícil ponderar cómo afecta el Brexit a España.
Hay que recordar que para los británicos ser parte de la comunidad pareciera que siempre fue un zapato que aprieta. Ya en 1975, solo dos años después de su incorporación a la Unión; ocurrió una primera consulta a sus ciudadanos para pulsar la opinión sobre algo que se suponía indiscutible dado lo reciente de la decisión.
En ese momento un 67 % de los que participaron en aquel prematuro referendum ratificó aquella decisión de ser parte de la comunidad europea. Sin embargo, asomaba ese germen de la incomodidad y vislumbraba que quizá tarde o temprano se presentarían fuertes e importantes disidencias.
Otro asunto muy revelador de la inconformidad de los británicos fue la decisión de no adoptar el uso del euro como único signo monetario. En 2002 se acogieron a la prerrogativa de no usar la nueva moneda, dando veladas muestras de escepticismo en el futuro del proyecto europeo y reafirmando su autonomía monetaria.
Ya en nuestros días podemos ver que una mezcla de algún nivel de xenofobia, rasgos nacionalistas, temores de perder soberanía e inconformidades en los acuerdos económicos detonó toda la locura vivida en estos años con el Brexit.
Considerando la gran cantidad de acontecimientos ocurridos es pertinente hacer un inventario de los sucesos más destacados en torno a este asunto del Brexit.
Todo inicia en 2013, cuando David Cameron (quien aspiraba a la reelección como primer ministro); ofrece como parte de su oferta política promover y realizar un nuevo referendum para cuestionar la permanencia dentro de la comunidad europea.
Cameron ascendió al cargo y en junio de 2016 cumplió con lo ofrecido, aunque sin mucha fe en que progresaría la propuesta de la salida dada su reacción a lo que ocurrió luego. La consulta resultó ser el abono perfecto para el germen descrito, aparentemente presente y latente desde el primer día.
Un sorprendido Cameron termina dimitiendo al siguiente día apenas conoce el resultado de la consulta, lo que evidencia su total desacuerdo y falta de deseo y voluntad de asumir la tarea.
Ganaba la salida aunque con una diferencia bastante discreta (52 % a favor, 48 % en contra) para las implicaciones de tamaña decisión.
De allí en adelante se desatan los demonios propios de un proceso de tal complejidad al que, para colmo, se le fijaba un plazo muy apretado considerando las múltiples aristas que debían tocarse para establecer los términos de la separación.
Theresa May asumió la tarea nada fácil; puede decirse que a ella le tocó la parte más agria del asunto; en su empeño de lograr una salida llamada blanda, en la que se armonizaran la mayor parte de los elementos involucrados para evitar traumas de alto impacto.
A finales de marzo de 2017 y con la rúbrica de May se cumplía la formalidad de la solicitud de salida de los británicos de la unión europea.
Producto de miles de reuniones se produjeron acuerdos que no fueron aprobados por el parlamento británico; y que mermaron indefectiblemente la acción política de May, que al final terminó sobrepasada por las presiones de los lapsos trazados y la férrea oposición de actores políticos que empujaban de manera inclemente una salida abrupta, aunque implicara niveles importantes de caos.
Fue así como en mayo de 2019 dimitió también Theresa May al sentirse impotente de lograr su cometido.
La sustituyo Boris Johnson, el personaje que le contrastaba y que pregonaba descarnadamente que se concretara la salida perentoriamente, hubiese o no acuerdos. Se imponía la tesis del Brexit duro.
Esto originó una polarización política entre la salida blanda y la dura que llegó al paroxismo cuando incluso se habló de volver a realizar la consulta y volver al punto de inicio. No obstante, eso no estaba ni remotamente en los planes del nuevo primer ministro.
En su afán de ejecutar el divorcio cuanto antes apelando a acérrimos sentimientos de nacionalismo, Johnson llegó incluso a acercarse al autoritarismo cuando propuso la suspensión temporal del Parlamento, para evitar así que les fueran impugnados los acuerdos que lograra con los delegados europeos.
Este atrevimiento provocó la intervención del Tribunal Supremo, que no solo desestimó la propuesta de Johnson, sino que además dictaminó que la salida de Gran Bretaña de la Unión nunca sería en los términos duros que pretendía el primer ministro; y sobre todo, nunca se daría sin la aprobación expresa del parlamento.
Hay un último hecho que le reforzó el piso político a Johnson para no sucumbir ante la titánica tarea como le ocurrió a May. Y es que convocó para diciembre de 2019 a unas elecciones adelantadas en el Parlamento, lo cual le favoreció de tal manera que contó de allí en adelante con un camino despejado para conseguir el objetivo.
De hecho, los acuerdos aprobados –ahora sí– por el Parlamento en realidad no son muy distintos de los logrados por Theresa May. Lo que hizo diferencia fue la nueva composición de las cámaras y el apoyo que mayoritariamente ofrecían a la gestión del nuevo primer ministro Boris Johnson.
Como vemos, la cronología del Brexit es de vértigo considerando todos los vaivenes y situaciones políticas inéditas que ha originado esta decisión política de los ciudadanos británicos, a quienes es muy posible que les quede un sabor amargo apreciando todo lo que se desencadenó a posteriori.
¿Cómo afecta el nuevo escenario a las inversiones de los fondos de capital? Precisamente uno de los aspectos álgidos a evaluar de esta separación del Reino Unido de la Unión Europea es el económico y financiero. Hasta finales del pasado año se recorrió un periodo transitorio en el cual observamos pocos cambios, pero sin duda esto puede cambiar.
Siempre es difícil predecir cómo se verán afectadas las inversiones una vez que el bloque británico abandone la unión, sobre todo cuando aún existe tanta incertidumbre en muchos aspectos, especialmente el económico.
Cabe la posibilidad de que lo que refiere a las inversiones no se vea impactado de manera significativa, ya que estos capitales ya venían observando todo el comportamiento histórico anteriormente descrito en la cronología anexa y seguramente tomaron las medidas para proteger sus patrimonios.
Es decir, los fondos de capitales de riesgo están siempre muy atentos a todas las señales que emanan de los mercados y sin duda que se enfocan con especial esmero en el entorno político que los puede afectar para mal o para bien.
El hecho de que el Reino Unido nunca adoptó el euro como su moneda de curso legal es un elemento menos del que preocuparse. La posible tormenta que produzca esta separación no incluirá una conversión de capitales que hayan estado comprometidos en uno u otro bloque.
Publicaciones especializadas en el tema económico asoman que con esta decisión Gran Bretaña en realidad no se estará ahorrando los aportes que estaba obligada a aportar a la Unión Europea, ya que la pérdida que sufrirá como efecto de la salida puede llegar a esos mismos niveles.
Sin embargo, es un análisis que dependerá mucho de los acuerdos posteriores al Brexit y la capacidad de cada bloque de negociar en el campo del intercambio comercial y las garantías y facilidades de este.
En esa misma medida, lo que ha parecido hasta ahora un descalabro puede empezar a presentar una cara más amable para ambos.
Tratando de responder a la pregunta de cómo afecta el Brexit a España, no podemos ignorar las posibles dificultades del tránsito de personas de un bloque a otro dados los ingentes ingresos que suponen al país los turistas provenientes de esas latitudes.
Pero aun en este asunto puede alegarse que Reino Unido nunca adhirió a la zona Shengen, lo que nunca impidió que los turistas británicos disfrutaran de las bondades de los destinos turísticos españoles.
Esto sugiere que a menos que haya saltos abruptos indeseados en la legislación respectiva, el Brexit no tiene que implicar necesariamente una merma en esta industria.
Hay un tema que resulta muy sensible y tiene que ver con el estatus de los ciudadanos que han hecho una vida y que están residenciados cruzadamente en uno u otro bloque, aprovechando los beneficios de pertenecer a la comunidad europea.
Y es que muchas empresas de las que cotizan en bolsa sacan provecho de talentos de muchas nacionalidades que confluyen gracias a la eurozona. Si esto se ve decididamente afectado por la nueva situación, es posible que los mercados bursátiles acusen castigo y con ellos las valoraciones de algunas empresas.
En estos mismos términos podemos evaluar cómo afecta el Brexit a la economía mundial; y adicionalmente hay que destacar que una de las razones por las que Reino Unido deseaba su autonomía, en las decisiones económicas, es por el interés de profundizar a discreción los acuerdos en esta área con los Estados Unidos.
Es por ello que quizá una consecuencia geopolítica se traduzca en el desbalance que origina su salida de la Eurozona, que al menos será un inconveniente temporal de magnitud importante en las pretensiones de Europa de anteponer un bloque con peso específico para negociaciones con el resto de los actores globales.
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