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Cuando se escucha hablar de jubilación la tentación de darle rienda suelta a la fantasía es muy grande. Se nos vienen a la mente imágenes de playas paradisiacas, con plateadas arenas y aguas cristalinas que adornan el ambiente a nuestro alrededor, mientras degustamos una piña colada y disfrutamos de un buen libro.
Disculpen por aterrizar y evaporar tan bruscamente estas evocadoras escenas, pero en realidad lo que ocurre en un altísimo porcentaje es que no logramos llegar al fin de mes.
Generalmente las cuentas no nos dan si contamos solo con la pensión de ley. Podríamos hacer un tratado completo de varios tomos escudriñando las razones de por qué esto es así, y aún después de ese ejercicio analítico habría que enfrentar el problema tomando acciones al respecto.
Es un hecho comprobado que los sistemas públicos de pensiones sufren de problemas que quizá algún día se superen, pero que seguramente tomará algunos lustros canalizar sus soluciones.
Reformas de leyes, búsqueda de nuevos financiamientos, implementación de nuevos esquemas y políticas de aportes pueden tomar fácilmente mucho más tiempo del que disponemos.
Todo esto sin mencionar que técnicamente hay un verdadero enredo para garantizar que los fondos que aportan los que hoy cotizan al sistema, sean suficientes para los futuros pensionados.
El punto es: ¿qué podemos hacer hoy para mitigar ese problema inminente? Entre las opciones resalta la de invertir en una renta vitalicia. Vencer el asunto cultural que puede significar la inmediatez y empezar desde hoy mismo a hacernos responsables del adulto mayor que seremos a largo, mediano o corto plazo, según la edad que tengamos.
Ahorrar siempre es un tema tratado reiterativamente en todos los espacios de contenidos financieros. No en balde se insiste, porque es la manera en la que cada persona voluntaria y responsablemente puede procurarse recursos y proyectarlos a futuro. Está de más decir que mientras más tempranamente ahorremos, más chance le daremos a esos ahorros de capitalizarse.
No descubrimos el agua tibia diciendo que las pensiones públicas de ley son generalmente insuficientes. No es un secreto a voces sino un grito ensordecedor. Entonces no podemos esperar a que nos dañe el tímpano y desde hoy mismo debemos instalarnos los tapones que representan tener una renta vitalicia que complemente nuestros ingresos.
Demasiada gente desdeña estos planes y tarde entiende que es algo que necesita urgentemente. Tarde, pero no muy tarde, porque existen en el mercado coberturas para planes de este propósito que pueden desatar el nudo gordiano.
A través de la contratación de un plan de renta vitalicia ajustada a nuestras necesidades y presupuesto, podemos sobrellevar la situación económica en la que podemos vernos envueltos al jubilarnos.
Para minimizar costos, siempre lo ideal será contratar estos planes al iniciar nuestra etapa productiva, reservando entre 15 % y 20 % para este propósito, bien sea en planes de retiro o seguros de vida universales.
Estos planes generalmente requieren de 15 o 20 años para llegar a lo que se conoce como el punto de maduración, en donde —financieramente hablando— es conveniente tomar decisiones para empezar a disfrutar sus beneficios.
Aun cuando no hayamos tenido esta previsión, hay margen de maniobra y acciones que nos permiten aclarar el panorama económico. Naturalmente nos costará siempre un poco más, ya que al no permitirle al tiempo capitalizar sustancialmente nuestros ahorros, debemos compensar con más aporte.
Esto implica entonces la necesidad de disponer de un capital suficiente para contratar una renta vitalicia que, unida a la pensión, eleve nuestros ingresos mensuales a los niveles deseados para cubrir plenamente por lo menos nuestras necesidades básicas.
Invertir en una renta vitalicia por supuesto que es de gran ayuda para complementar, e incluso dar una holgura importante a los ingresos que percibimos luego de jubilarnos. Sin embargo, el mayor de los beneficios es la tranquilidad que entrega a sus beneficiarios, a quienes les puede bajar la angustia y la incertidumbre, ambas cosas muy apreciadas para el merecido sosiego de nuestro retiro dorado.
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